Posted on agosto 15, 2025 View all Carta del Párroco
Queridos parroquianos:
Estamos a unas pocas semanas de que el tiempo del verano llegue a su fin. Nuestros niños ya se están preparando para volver a la escuela. Estamos celebrando el XX domingo del Tiempo Ordinario y este domingo, el Evangelio de San Lucas nos presenta unas palabras fuertes y desafiantes de Jesús: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” Estas palabras, lejos de referirse a un conflicto destructivo, nos invitan a vivir con radicalidad el Evangelio. Jesús no vino a traer una paz superficial, sino a provocar una transformación profunda que empieza en el corazón, muchas veces incomodando, dividiendo incluso a familias, amistades o costumbres cuando estas se oponen a la verdad del Reino. Que este fuego del Espíritu purifique nuestras intenciones, fortalezca nuestra fe y nos mueva a vivir con mayor entrega y autenticidad.
Con ese mismo espíritu de renovación, esperanza y entusiasmo, quiero dar una calurosa bienvenida a todos nuestros queridos maestros que el pasado 13 de agosto regresaron a la escuela para iniciar su semana de preparación. Es un nuevo año escolar que se aproxima, y con él, una nueva oportunidad para sembrar no solo conocimientos, sino valores, fe y esperanza en el corazón de nuestros niños. Les agradezco profundamente su entrega y compromiso. Sabemos que no es fácil, que educar es una vocación que exige mucho sacrificio y amor. Pero también sabemos que la recompensa es grande: formar a los hijos de Dios con sabiduría y con corazón. Cuenten con nuestras oraciones para que esta semana de preparación sea fecunda y que el inicio del año escolar el próximo 20 de agosto sea una bendición para todos.
Y cómo no mencionar con profunda gratitud el gran éxito de nuestro quinto festival parroquial. Gracias a todos los voluntarios, coordinadores, líderes de ministerios, familias y patrocinadores que hicieron posible esta hermosa celebración. Fue un testimonio tangible de lo que se puede lograr cuando trabajamos en unidad, cuando dejamos de lado intereses personales y nos unimos por el bien común y el crecimiento de nuestra comunidad.
Más allá de los frutos económicos —que ciertamente ayudan al sostenimiento y desarrollo de nuestras obras—, este festival ha dejado una huella espiritual. Hemos ganado en fraternidad, en sentido de pertenencia, en alegría comunitaria. Nos hemos reído juntos, nos hemos ayudado mutuamente, hemos compartido como hermanos. Y eso, queridos hermanos, no tiene precio. Ese es el verdadero rostro de la Iglesia: una familia unida en la fe y en el servicio. Agradezco de todo corazón a quienes ofrecieron su tiempo, su talento, su esfuerzo, su oración y su generosidad. A las empresas y negocios que nos apoyaron con sus patrocinios, que Dios les multiplique su generosidad. A cada voluntario, visible o anónimo, gracias por dar lo mejor de sí.
En la carta de la próxima semana compartiré con ustedes algunos detalles adicionales sobre el festival y ofreceré un agradecimiento más personalizado a los grupos, ministerios y personas que hicieron posible esta hermosa obra. Pero desde ya, reciban todos mi afecto y mi bendición.
Que el fuego del Espíritu Santo que Cristo vino a prender en el mundo arda primero en nuestros corazones, y que desde ahí sigamos transformando el mundo con amor, unidad y fe.
Con cariño y gratitud en Cristo,
P. Diaz